EL RASTRILLO DE VERANO QUE BITXIKIAK ORGANIZÓ AYER EN MUNGIA FUE, DE NUEVO, TODO UN ÉXITO DE PÚBLICO
-DEIA- La respuesta de la gente ha sido espectacular", comentaban ayer desde la organización del tercer rastrillo de verano que se celebró ayer en Mungia. A pesar del excelente tiempo del que se pudo gozar ayer en la comarca, muchos vizcaínos pospusieron sus planes de playa para acercarse a este mercadillo de segunda mano que organiza la asociación de coleccionistas Bitxikiak.
Y es que, según los organizadores, "el rastrillo de Mungia tiene fama de funcionar", al menos, así lo demuestran los casi 200 puestos de venta de productos de segunda mano que inundaron la plaza Matxin y la calle Aita Arrupe. Es más, otros tantos vendedores se quedaron fuera porque no se les hubiera podido garantizar espacio si el tiempo no hubiese acompañado, ya que de haber llovido se habrían trasladado a Legarda y el instituto.
De cualquier forma, particulares de Mungialdea y de otras localidades vizcaínas fueron mayoría en un rastrillo al que acudió también algún que otro donostiarra, gasteiztarra e incluso un vendedor de Miranda de Ebro.
Una pareja de Laukariz exponía parte de una colección de unas 100 radios antiguas a precios muy asequibles. José Ramón Cabarcos y su mujer, Teresa Morán, explicaban que, al ser tan antiguas, lo normal es que hubieran dejado de funcionar, pero "tienen arreglo" y ofrecían unas tarjetas con un contacto para el que estuviera interesado en repararlas.
En Aita Arrupe una señora de Maruri se interesaba por un precioso yugo que ofrecía Pedro María González, un baracaldés experto ya en estas lides. Su puesto incluía herramientas para la huerta de segunda mano y sillas de madera de una sola pieza talladas a mano que parecían invitar a sentarse a quien pasara por allí. Piezas propias y compradas en otras ferias se mezclaban con obras artesanas.
Pedro María señaló que "el año pasado fue muy bueno" en lo que respecta a las ventas y "aunque el bolsillo está para pocas aventuras", esperaba repetir el éxito de otras ediciones. Xabier Mayor y su hija, bilbotarra él y galdakoztarra ella, aprovecharon el día para desempolvar máquinas de escribir, patines, cuadros y radiocasetes de un piso familiar que acababan de vaciar en Mungia. La calle se llenó de muñecas de porcelana, vestidos floreados y demás tesoros con olor a desván. Seguro que, ante las inminentes Sanjuanadas, más de un libro de texto fue indultado ayer gracias a algún padre en busca de gangas.