Lejos de tirar la toalla, los representantes del sector apuestan por innovar y adaptarse. «Lo que está pasando ahora en San Sebastián ya ha pasado antes en otros pueblos de la provincia», aseguran en la asociación Dendartean

El cierre en cascada de una serie de comercios emblemáticos que llevaban décadas formando parte del paisaje donostiarra se ha colado en los últimos meses en muchas conversaciones. Joyerías, mercerías, perfumerías, tiendas de moda, peleterías... Casi todos los ramos tienen representación en esa sangría comercial que no solo se lleva por delante puestos de trabajo. También arrastra parte de la historia de la ciudad y, teniendo en cuenta la naturaleza de las actividades que habitualmente pasan a ocupar los espacios que dejan vacantes esos comercios 'de toda la vida', contribuye a que las calles comerciales sean cada vez más parecidas entre sí, independientemente de dónde se encuentren.

La sensación de final de ciclo que se tiene al pasear por el centro de San Sebastián entre carteles de 'liquidación por cese', 'cierre por jubilación' o 'liquidación total por traslado' colocados en establecimientos que parecían tan sólidos como la catedral del Buen Pastor, sin embargo, no se corresponde con la percepción y los datos de SShops Donostia, la plataforma que tiene como finalidad «contribuir al impulso, fortalecimiento y consolidación del comercio» de San Sebastián.

Su gerente, Lourdes Lázaro, reconoce que «no es un tema nuevo. Lo llevamos arrastrando cuatro o cinco años, pero no se puede generalizar, porque hay situaciones muy diferenciadas». Efectivamente, además de cierres por pura falta de viabilidad, también hay jubilaciones que derivan en cierre porque no hay continuidad familiar; concentraciones en un solo establecimiento de actividades que hasta ahora se desarrollaban en más de una tienda; ofertas por los locales que muy pocos serían capaces de rechazar... Pero al final, las cifras cantan incluso en un sector «con un altísimo nivel de rotación», y el número neto de comercios no ha dejado de descender en San Sebastián desde 2008. Lo ha hecho en proporciones considerables que en 2011 y 2012 han rondado el centenar de establecimientos al año.

«El hecho de que esta última oleada de cierres esté afectando a establecimientos emblemáticos es más llamativo, pero lo importante es la continuidad comercial, la pervivencia de ese comercio que tiene un valor diferenciador del que carece la franquicia, y creo que en la mayor parte de San Sebastián está garantizado; Gros y la Parte Vieja, por ejemplo, se están diferenciando mucho desde el punto de vista comercial», subraya Lázaro. Considera que lo que se está viviendo en la capital guipuzcoana es «un fenómeno de reorganización, tal vez un repliegue después de un período de expansión», aunque admite que el auténtico problema, «la desertización, las epidemias de cierres en algunas calles que se quedan sin tiendas», ya se ha dado en algunas calles de algunos barrios periféricos de la ciudad, y en otros que no lo son tanto.

Desiertos comerciales

Los que saben mucho de desertización son los comerciantes de pueblos pequeños y medianos, como Bitor Lizarribar. Regenta una carnicería familiar en Oiartzun y es vicepresidente de Dendartean, la Asociación de Comercio de Gipuzkoa que reúne a asociaciones de diversas localidades y está integrada en Euskal Dendak. «Lo que está pasando ahora en San Sebastián ya ha pasado antes en muchos pueblos de Gipuzkoa», asegura, y no solo por la coyuntura económica que ha hecho que las ventas en Gipuzkoa hayan descendido el 40% en los últimos cinco años.

«Los grandes centros comerciales y esos 'centros comerciales' abiertos que son San Sebastián y algunos pueblos grandes han secado lo que tienen alrededor», explica gráficamente, aludiendo a dos de las principales características del sector en Gipuzkoa: la alta densidad y la existencia, a diferencia de lo que ocurre en los otros territorios históricos, de más focos de atracción que la capital. Con respecto al primero de los datos, Gipuzkoa tenía en 2008 muchos más locales por habitante que la media de la UE, y a la cabeza de la densidad no estaba San Sebastián, sino Tolosa e Irun, dos de las varias plazas fuertes del comercio tradicional en Gipuzkoa que por una parte equilibran el 'donostiacentrismo' y la 'centrocomercialfilia' y, por otra, restan clientes a sus propias periferias. Lizarribar es también muy consciente de que los cambios sociales de toda índole -urbanísticos, demográficos, culturales, de hábitos alimentarios y de consumo en general, de estructura familiar...- que se han producido de treinta años a esta parte no han ido precisamente en la línea de favorecer al comercio tradicional local.

Si a eso se le unen las secuelas directas de la crisis, como el descenso en el consumo o la valoración del precio por encima de todas las cosas, así como ese comercio envejecido y un tanto ensimismado que refleja el último Barómetro del Comercio Minorista Vasco (algunas de sus conclusiones se recogen en el cuadro adjunto), es relativamente fácil entender cómo se ha formado la tormenta perfecta que, según datos de Eustat, se ha llevado por delante entre 2008 y 2012 en Gipuzkoa a 1.410 comercios de venta al por menor -el 12,6%- y ha barrido casi 3.500 empleos.

Todos los representantes de los comerciantes tradicionales consultados evitan cuidadosamente responsabilizar a los consumidores de unos cambios que, salvo excepciones, no les están resultando demasiado favorables, aunque como consumidores tampoco necesitamos muchas pistas para ser conscientes de las consecuencias de nuestros actos y nuestras decisiones de compra.

Al igual que Lourdes Lázaro, Bitor Lizarribar insiste en la necesidad de profesionalizar la actividad comercial, de innovar, de adaptarse, de funcionar con criterios empresariales y de organizarse como colectivo, que es lo que están impulsando desde Dendartean... No puede ocultar cierta nostalgia por los viejos tiempos en los que «había gente por la calle, sabías hasta la hora a la que iba a venir cada cliente», pero no se regodea en ella, y reconoce que el propio sector, poco dado a compartir, a asociarse y a comprometerse, tiene bastante que ver con lo que le está pasando y con lo que, para bien o para mal, podría pasar. «No nos tenemos que confirmar con quejarnos y lamentarnos, debemos innovar, adaptarnos a una situación que, nos guste o, es la que es».

Hay sitio para todos

Lo que defiende con convicción absoluta es el valor de la tienda de debajo de casa, porque «en un pueblo en el que falta comercio falta vida. El pequeño comercio mantiene la cohesión de la comunidad, aporta diversidad patrimonial y financiera, no solo es un negocio, sino que es también un servicio».

Aunque los datos no induzcan a echar cohetes «y todas las medidas liberalizadoras vayan en nuestra contra», cree que las cosas podrían empezar a ir a mejor. «Porque es casi imposible que empeoren» y porque es probable que sean los pequeños comercios los que mejor puedan deslizarse por alguna de las olas que asoman por el horizonte: «La población tiene cada vez más años y más dificultades para desplazarse; el coche se tiende la utilizar menos; las compras son cada vez más pequeñas...». Cree, y asegura que no destaca precisamente por ser un optimista, que estamos en un punto de inflexión. De lo que se trata es, en cualquier caso, de «concertar el mapa comercial, porque hay sitio para todos».

LOS DATOS

Establecimientos. Entre 2008 y 2012 el número de comercios de venta al por menor ha pasado en Gipuzkoa de 11.174 a 9.764, lo que supone un descenso del 12,6% en tan solo cuatro años. En 2013, la tendencia a la baja se mantiene.

Trabajadores. En el mismo período de tiempo, el número de trabajadores del sector ha pasado de 47.476 a 44.006, habiéndose perdido algo más del 7% del empleo en el sector.

Empleados. La media es de 2,6 por establecimiento. Menos de un 6% de ellos tienen más de seis empleados.

Antiguedad comercios. La antiguedad media de los comercios se acerca a los 26 años. En 2008, no llegaba a los 20. Desde 2009, el número de comercios de menos de seis años se ha reducido en un 51%.

Antiguedad empleados. Cuatro de cada diez empleados llevan más de 20 años trabajando en el mismo comercio. La incorporación de nuevos empleados ha descendido un 50% desde 2008.

 

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