La propuesta de peatonalización ilusiona a comerciantes y vecinos pero también genera algunas dudas.

 

trasiego habitual de estas fechas en el centro de Bilbao se unió ayer en Rodríguez Arias un debate improvisado sobre lo que suponen las zonas peatonales para una ciudad. La propuesta del Ayuntamiento de cerrar al tráfico el tramo que abarca desde Diputación hasta la plaza Campuzano es de las que no deja indiferente a nadie que viva o trabaje en esta calle, ni siquiera a los paseantes. Los defensores del proyecto se fijan en la cercana Ercilla, ya consolidada, como referencia del éxito comercial de los espacios sin coches. «Dan más juego a la hora de ir de compras», subraya la responsable de una tienda de moda. «Lo malo será aguantar las obras, pero es lo mejor que nos podía pasar».

 

Su entusiasmo no se contagia a todos los escaparates, aunque sí es un sentimiento compartido por BilbaoCentro. El gerente de la agrupación, Jorge Aio, tiene claro que Rodríguez Arias daría continuidad al eje peatonal que forman Gran Vía y Ercilla. En esta última calle, que se cerró al tráfico en el año 2000 entre Moyua y Licenciado Poza, «había muchas reticencias, clientes que estaban acostumbrados a dejar el coche en doble fila, y ahora los comerciantes están muy contentos», recuerda.
En su opinión, la apuesta por ganar el centro de la ciudad para el peatón «no tiene vuelta atrás y es una de las claves del éxito de Bilbao. Incluso se nota que las fachadas se ponen al día y los locales se modernizan, porque el negocio prospera», enfatiza. Aio es consciente, sin embargo, de que hay que cuidar todos los detalles «para que los vecinos no sientan que la peatonalización recorta sus derechos». «¿Me va a regalar el Ayuntamiento una plaza de parking?», ironizaba ayer una residente al preguntarle sobre la iniciativa.
El área municipal de Obras y Servicios reiteró ayer que «no hay una decisión tomada» y que organizará un proceso participativo, «portal por portal», para que los vecinos conozcan el proyecto en profundidad y expresen sus preocupaciones. Las obras se llevarán a cabo si hay consenso y nunca antes de 2013, porque hay otras prioridades. Si se cierra todo el tramo que se está estudiando, se perderán 130 plazas de aparcamiento en superficie, sin alterar las vías de entrada y salida a los garajes ni afectar al transporte público.
Las reuniones con vecinos serán intensas, a juzgar por algunas opiniones que se escuchan a pie de calle. «Estos temas suelen ser conflictivos y nunca sabes en qué van a terminar», previene un residente. «Para el paseante queda muy bonito, para el vecino supone incomodidades. ¡Y menos mal que no hay bares, porque entonces no armarán tanto jaleo!», se consuela. Otros defienden las zonas peatonales «para que los críos anden por la calle con tranquilidad. Venir aquí con coche es imposible, así que ya nos buscaremos la vida», asume una mujer. Junto a la pérdida de sitios para aparcar, hay quien teme por «la inseguridad de estas calles por la noche, tan solitarias». Y quien piensa que las viviendas se revalorizarán. «Pensaba que Ercilla iba a ser un caos y está mucho mejor que antes. Y Ledesma también ha quedado impresionante», dice un vecino.
En cuanto a las tiendas, «lo que es bueno para la ciudad es bueno para el comercio», y el principal objetivo de la propuesta es reforzar la actividad económica en esta calle y las zonas limítrofes. Sin embargo, no todos confían en las ventajas de la peatonalización. «¿Van a hacer algún parking gratuito? La gente se sigue moviendo en coche, será una cuestión de costumbres o de educación, y no creo que el hecho de cerrar la calle nos traiga más clientes», critica la encargada de un negocio.
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