El obrador de la pastelería Leku Ona, a pleno rendimiento medio siglo después de su fundación
LLEVA medio siglo endulzando los paladares de los mungiarras. Y sus mostradores y escaparates van superando día tras día el nivel de las delicias que aglutina. Entrar en la pastelería Leku Ona de Mungia es toda una experiencia para los sentidos. Los aromas a chocolate, a vainilla, a bollos recién horneados, emborrachan el olfato y ponen en pie de guerra a los estómagos ávidos de guirlaches, merengues y hojaldres. Este mítico establecimiento mungiarra acaba de cumplir en marzo 50 años; su obrador y las manos expertas que generación tras generación han elaborado artesanalmente cada una de estas delicias, han escrito líneas de la historia de esta localidad.
Hoy es Miguel Ángel Markaida el maestro pastelero y confitero que está al frente de este negocio junto a su mujer, Mari Cepeda. Pero fueron los aitas de Miguel Ángel, Antonia Landaluze y Miguel Markaida, quienes fundaron el establecimiento, allá en 1962. Antonia llevaba por aquel entonces un taller de jerseys, y Miguel era marino, de los que pasaban meses y meses en alta mar. Así que Antonia, cansada de tener lejos a su marido, decidió aprender el oficio de pastelera para asentarse en Mungia y lograr que Miguel se quedara en tierra. "Fue una mujer coraje", explica Mari refiriéndose a su suegra con admiración. Así, con un firme objetivo en mente, Antonia iba todos los días a la ya desaparecida pastelería Viena, en la calle San Francisco de Bilbao, para formarse en este dulce y complejo arte. En el 59, al matrimonio le tocó un premio de la Lotería de Navidad y aquellas 100.000 pesetas fueron el empujón final para poner en marcha el negocio en un local de la calle Alkartasuna, que es donde ahora está la cafetería de Leku Ona.
Miguel Ángel tenía doce años cuando sus aitas abrieron esta pastelería, y allí arrimó el hombro, al igual que sus dos hermanas, Merche y Mariví. Esta última está al frente de la cafetería hoy día. "La pastelería se abrió con una degustación; era poco frecuente entonces que los obradores tuvieran también cafetería", explica Miguel Ángel. "En aquellos tiempos en un pueblo no se vivía solo de pasteles. Había que dar también desayunos", añade.
En los inicios de este local la clientela femenina era asidua, ya que en aquella época no estaba bien visto que las mujeres fueran a las tabernas. "Las que venían al mercado no entraban a los bares a desayunar, y venían aquí", narra Miguel Ángel. Pasteles de arroz, bizcochos o bollos eran algunos de los dulces que más elaboraban en esos tiempos. "Sobre todo los relámpagos de caramelo", subraya Miguel Ángel que, siendo un chaval, comenzó a ir a la pastelería Argüelles, en Hurtado Amezaga, para aprender la profesión.
En 1971 esta familia compró el local aledaño, con entrada por la calle Butroi, que es donde finalmente se asentó la pastelería, mientras que la degustación se conservó en el local de Alkartasuna. Los padres de Miguel Ángel se jubilaron y él junto a su mujer cogió las riendas del negocio. "Pero aunque estaba jubilada, Antonia solía venir los fines de semana para ayudar", señala Mari.
Cincuenta años han pasado ya y Miguel Ángel mira hacia atrás para comprobar lo mucho que se ha transformado la profesión de pastelero. "El oficio ha cambiado mucho. Ahora hay más adelantos. Las cámaras frigoríficas acompañan mucho; trabajas más desahogado porque el frío ayuda a tenerlo todo preparado de un día a otro", afirma. "Pero la cocción se hace siempre al día", puntualiza.
tercera generación Hoy, entre los hornos de Leku Ona se forma una tercera generación de la familia. Jone, la hija de Miguel Ángel y Mari, está orgullosa de aprender este oficio en el que también se ha sumergido Víctor, su marido.
Ahora los expositores de Leku Ona se encuentran engalanados con figuras de chocolate y huevos de Pascua, entre los que no faltan los motivos relacionados con el Athletic; hasta una gabarra de chocolate luce golosa repleta de diminutos leones. También merecen una mención especial los dulces de creación propia, como las Rocas de Basordas, unos bombones de chocolate con barquillo que nacieron en los 70 en honor a la playa de Basordas, que es donde hoy está la central nuclear de Lemoiz, y que antaño perteneció a Mungia.
Pero entre todos los dulces, despuntan los bollos de mantequilla de Leku Ona, que tan famosos se han hecho. No en vano, una mujer que reside en Alicante desde hace años, se puso en contacto con esta pastelería para que le enviaran una buena partida de estas delicias. "En un email nos decía que su abuela le solía comprar estos bollos cuando era niña y que recordaba su sabor y su textura", explica Jone. Así que envió un transportista desde Alicante para que recogiera en Mungia los dulces. "En Navidad solemos mandar roscos de reyes que nos piden desde Madrid y Málaga", narra Mari.
Leku Ona celebrará su aniversario en junio. Y lo va a hacer a lo grande, elaborando un bollo gigante en la calle Butroi. Y así, envueltos en azúcar, cruasanes y pralinés, los hornos de Leku Ona siguen a pleno rendimiento. A por otros 50 años.
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