La antigua iglesia de Andra Mari acaba de estrenar un nuevo cerramiento replegable de madera. El Ayuntamiento de la localidad ha apostado por dotarle de esta estructura movible para poder resguardar este espacio de la climatología adversa y poder sacarle aún más rendimiento como punto de encuentro para los mungiarras.

Ubicado en un punto estratégico de la localidad, el reconvertido templo de Andra Mari ha pasado a ser uno de los buque insignia de la vida social y cultural de la localidad. Atrás quedaron los tiempos en los que este era un lugar de culto. Mungia recuperó los restos de este templo y apostó por dotarle de un nuevo uso como parque y área de celebración de eventos.

En esa línea se enmarca esta intervención que proporciona a la iglesia de un cerramiento de madera de iroko y vidrio que protege el interior del viento o el agua. Esta madera recubre la pared sudoeste de la infraestructura, la contigua al ambulatorio, así como las dos grandes entradas al recinto. "Queremos potenciar este espacio", explica Igor Torrontegi, teniente alcalde del Área Territorial. "La intención es que acoja más eventos musicales, teatro, citas gastronómicas...; que sea algo más que un lugar donde los niños jueguen bajo techo", añade. Esta estructura permite dejar Andra Mari completamente cerrada al exterior, pero estos paneles también pueden replegarse con un sistema de raíles, de manera que este espacio puede convertirse en cualquier momento en un lugar semiabierto, dependiendo de las necesidades.

Hace apenas dos semanas que comenzó la colocación de esta estructura, una intervención cuyo coste asciende a 157.000 euros, y que supone un paso más en la apuesta del Consistorio de la localidad por este emblemático lugar.

metal y cristal Andra Mari ya experimentó una importante transformación en 2009, cuando sobre los muros de medio metro de altura y la fachada de sillería que quedaban del edificio se levantó una bella estructura de metal y cristal que simula los originarios arcos del templo. Así, esta cubierta supuso la preservación de la esencia estética del templo original, de manera que se fusionaron las líneas de antaño con los diseños más innovadores. Pero sobre todo, aquella intervención permitió la celebración de eventos bajo techo y posibilitó que las vendejeras que hasta entonces se colocaban en la galería de Bentades se trasladaran a Andra Mari. El cerramiento de madera que ahora se ha levantado guarece aún más a estas mujeres que tienen como lugar de trabajo este espacio.

Incluso antes de la acometida de esta cubierta de metal y cristal, Mungia ya consideraba a Andra Mari como uno de sus puntos claves para reunirse. Prueba de ello es que sobre los restos de este templo que se habían recuperado como parque se levantó una carpa sólida y resistente que daba pie a la organización de actividades.

Este cerramiento es un paso más en el devenir de esta antigua iglesia que en los últimos años ha albergado numerosos actos, además de constituir un lugar de juego para los niños cuando hace mal tiempo. Su uso está también propiciado por su ubicación junto a dos de las principales plazas de Mungia, Matxin plaza y Foruen plaza.

Así, con esta actuación Andra Mari ya está preparada para acoger algunos de los actos sociales y culturales previstos para este mes, como la Fiesta de Velas y Farolas que organiza la comunidad colombiana de Mungia este miércoles 7, o la euskal erromeria del día 21, de la mano de la escuela de música de trikitixa y los alumnos de pandero.

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